Sobre el Informe conjunto de la OEA y Nicaragua: ¿Oportunidad o fracaso?

He recibido por “Inbox” un buen número de preguntas sobre mi opinión sobre el acuerdo de la Organización de Estados Americanos (OEA) con el Gobierno de Nicaragua. La mayoría de quienes me han escrito, definen el informe conjunto de los tres meses de diálogo entre la OEA y Nicaragua, como un "fracaso". Prometí responder y explicar porqué tengo una opinión diferente. 

Varias organizaciones cívicas y defensoras de la democracia, entre ellas el Movimiento por Nicaragua (de cuyo Comité Ejecutivo soy parte), con toda razón han expresado su decepción por el acuerdo. Es cierto que el documento se quedó corto—por decirlo diplomáticamente—en responder al reclamo de la farsa electoral que tantos sectores sociales hicieron cuando se reunieron con el Secretario General Almagro. El informe tampoco dice nada de las violaciones al Estado de Derecho y de la instauración de una autocracia familiar. Como he dicho antes, no se puede esperar que un organismo multilateral diga mucho al respecto. Así son los gajes del oficio de la burocracia multilateral. 

Contrario al tono de decepción que tantos ciudadanos han expresado, yo reitero el análisis que compartí en Octubre del año pasado con algunos medios de prensa; varios meses antes de la publicación del Informe. En aquella ocasión dije que aunque la estrategia del Gobierno es “usar” a la OEA para legitimar un proceso electoral colapsado, el Secretario Almagro lo que haría sería llevar al gobierno hacia un proceso de aceptación paulatina de las reglas del juego del Sistema Interamericano, como es por ejemplo, la depuración del padrón electoral, y la observación electoral. Una vez que el gobierno aceptara entrar a ese terreno, se abriría--decía yo--una nueva etapa. Creo que eso es lo que ha sucedido. Ahora hay un plazo de tres años que puede ser una ventana de oportunidad para algunas reformas del sistema electoral, con acompañamiento de la OEA. 

No obstante, a pesar de ese acuerdo, de nada servirá la presencia de la OEA en Nicaragua si aquí continúa imperando la pasividad ciudadana de los últimos cuatro años a pesar del colapso de la institucionalidad en las propias narices de los partidos, del sector privado, y de la ciudadanía en general. ¿Cómo se le puede exigir a la OEA más firmeza con el gobierno, si los mismos Nicaragüenses no hemos sido capaces de exigir seriamente el respeto a nuestra Constitución y a nuestros derechos fundamentales? Ojalá esa decepción ante el informe de la OEA—de la cual en lo personal no espero demasiado—nos sirva a todos y a todas para entender de que los problemas de los nicaragüenses (incluyendo la instauración de la dictadura) los tenemos que resolver nosotros mismos. Nadie, absolutamente nadie de afuera, vendrá a salvarnos. La presencia de la OEA en los próximos tres años puede ser un fracaso, o bien una oportunidad. Dependerá de los mismos nicaragüenses si aprovechamos los buenos oficios del organismo interamericano o si dejamos pasar esa oportunidad.  

Todos somos parte del problema, pero también podemos ser parte de la solución.





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