Hacia una Nueva Nicaragua: Reflexiones sobre la lucha cívica en medio del contexto actual de la represión

[Conferencia de Félix Maradiaga, Presidente de Fundación para la Libertad de Nicaragua, y miembro del Consejo Político de la Unidad Nacional Azul y Blanco. Universidad Francisco Marroquín, Ciudad de Guatemala, 25 de Agosto de 2019]

Es un honor estar en esta casa de estudios, que históricamente ha tenido un compromiso firme con las libertades y con los anhelos de una Centroamérica próspera. Agradezco que esta Universidad—a la que guardo especial cariño por la relación académica que por más de una década hemos tenido—por permitirme hacer un rápido recuento de la búsqueda de libertad del pueblo de Nicaragua. Esta búsqueda ha sido más incesante e intensa desde que el régimen de Daniel Ortega se enquistó en el poder.  A la vez, reitero mi gratitud a la Alianza Para Centroamérica y a la Fundación Friedrich Naumann por hacer parte del ciclo de exposiciones sobre la crisis de Nicaragua, que a lo largo de esta semana estaré llevando en Guatemala.

A manera de Introducción: Una Nueva Nicaragua está por nacer

En abril de 2018, se empezó a gestar en Centroamérica, una nueva Nicaragua. Esa nueva Nicaragua que está por nacer, aún tiene dolores de parto. Son los dolores de una nación marcada por una historia plagada de conflictos internos y de polarización política. A pesar de breves episodios de esperanza, mi país no logró completar la transición democrática ni una verdadera reconciliación nacional, después de finalizado el conflicto armado de los años ochenta.

Hoy Nicaragua está nuevamente ante una luz al final del túnel y espera resurgir en una nación renovada en justicia, democracia, y libertades que hasta ahora han estado frustradas. Como explicaré en los próximos minutos, este es el proceso más esperanzador en más de cuatro décadas, ya que no depende de partidos políticos y mucho menos de ningún caudillo de turno.

Espero poder comunicarles el extraordinario papel de diversos grupos ciudadanos, particularmente el de los estudiantes universitarios, el movimiento campesino y miles de hombres y mujeres “autoconvocados” por un mismo sentir, sin ningún color político. A este movimiento diverso de indignados se le ha llamado “Azul y Blanco” en honor a los colores de nuestras bandera nacional.

A la par de este maravilloso movimiento espontáneo de indignación nacional ante todo el sistema de poder en Nicaragua, es necesario también decir que la lucha por la democracia no inició en Abril de 2018. La dictadura de Daniel Ortega no nació el año pasado, pero tampoco existían en Nicaragua instituciones democráticas sólidas antes de su llegada al poder. Ese es el mensaje introductorio y de alerta con que quisiera abrir esta exposición, porque creo que es una dolorosa lección aprendida que tiene relevancia para todas las naciones de América. Es fundamental comprender que la construcción de la democracia nunca es un proceso completo, y cuando las instituciones se empiezan a deteriorar es posible marcar un punto de inicio de la descomposición, pero nadie sabe con certeza hasta dónde puede llegar ese retroceso. Es por esa razón que la defensa de la democracia y de la libertad debe ser, para las democracias jóvenes, una tarea permanente que no debe quedar en manos de los políticos.

Ciertamente, la transición democrática iniciada en 1990 fue incompleta. Hacer un recuento de los errores de las administraciones políticas que gobernaron Nicaragua durante los dieciséis años de esa transición sería un tema para una conferencia distinta. Además de un excesivo énfasis en la estabilidad macroeconómica y un descuido imperdonable en atender los problemas estructurales de exclusión social, esas administraciones también tuvieron enormes problemas de corrupción. No obstante, aún en medio de esas falencias descomunales, existía una conciencia del peligro que significaría otra dictadura. Los avances en el desarrollo de incipientes instituciones democráticas era obvio; como por ejemplo, en la despartidización del Ejército y de las fuerzas armadas, y en la búsqueda de procesos electorales transparentes, para citar algunos ejemplos.

Adicionalmente, en esos dieciséis años de transición, se hizo énfasis en el peligro de la reelección y en la urgencia de evitar la dolorosa repetición del ciclo de populismos y dictaduras, que a lo largo de 200 años a hecho a Nicaragua uno de los países más pobres del hemisferio occidental. Había quedado prohibida la reelección consecutiva, como un primer candado a uno de los principales males de la historia política de Nicaragua.

Antecedentes de la Dictadura: Pactos, Conformismo y Modelo Corporativista

Aún con la memoria fresca sobre los peligros de la dictadura, en Noviembre de 2006 el FSLN con Daniel Ortega como candidato, regresó al poder al manipular a su favor las reglas de la incipiente democracia. El ya conocido “Pacto” con el ex Presidente Arnoldo Alemán seis años antes, le permitió reformar las normas electorales e ir capturando importantes cuotas de poder en varias instituciones del Estado, especialmente en el Poder Judicial y en el Consejo Supremo Electoral. El Pacto del año 2000 fue el punto de partida para el retroceso democrático, pero los partidos que participaron de ese Pacto no fueron los únicos responsables. Las élites económicas de Nicaragua, en su cortoplacismo provincial, poco tiempo después también optaron por colocarse del lado errado de la historia.

Como algunos de ustedes recordarán, precisamente por las conferencias que ofrecí en esta misma Universidad hace algunos años , a Ortega le fue sorprendentemente fácil desmontar los tímidos avances institucionales como consecuencia de varios factores, especialmente el fenómeno que he llamado “Conformismo Democrático” acompañado de un “Pacto” con algunos grupos dominantes del Gran Capital nicaragüense.  Y esa es precisamente otra lección aprendida con sangre: Las promesas de crecimiento económico y de seguridad ciudadana, a lo largo del tiempo resultan vacías y hasta peligrosas si no van acompañadas de un sólido respeto al Estado de Derecho y a los Derechos Humanos.

No es casualidad que en el movimiento auto-convocado exista un fuerte rechazo al modelo de “Capitalismo entre compadres” también llamado “Capitalismo clientelista” o amiguista. El ciudadano de a pie en Nicaragua, aprendió de la forma más traumática posible que ese modelo—supuestamente capitalista, pero en realidad basado en la íntima relación entre empresarios con privilegios y el régimen político de turno—tiene su cuota de responsabilidad en el enquistamiento de Daniel Ortega en el poder. De poco sirvieron las voces de alerta que muy temprano empezaron a advertir los peligros de un modelo corporativista que muchos grupos de interés económico bautizaron con el atractivo nombre de “Modelo de Diálogo y Consenso.”

A partir de ese aprendizaje, surge también la conciencia que la lucha actual en Nicaragua no es entre izquierdas y derechas. Tampoco es una lucha entre capitalismo y socialismo. Quienes integramos el movimiento de auto-convocados surgido espontáneamente en Abril, creemos que no nos acomodan las categorías de izquierda y derecha, puesto que ambas son herencias del siglo pasado, y sus extremos destruyen la libertad de distintas maneras, pero con resultados parecidos. Las verdaderas diferencias políticas en Nicaragua, se dan en el ámbito de la ética, los derechos humanos y la defensa de la libertad frente a la dictadura.

Por ello, el modelo de nación que desde la resistencia ciudadana estamos construyendo tiene como piedra angular, el pleno respeto a los derechos humanos. La dolorosa experiencia de Nicaragua, nos recuerda que es una falacia pensar en modelos de desarrollo económico y social que no estén íntimamente ligados al respeto de las libertades y la justicia.

Tampoco debe cometerse el error de pensar que la fuerte crítica al capitalismo clientelista de parte de las diversas expresiones del movimiento auto-convocado, es un ataque al sector privado nicaragüense. Es justo señalar que durante la primera fase de la dictadura Sandinista en los años ochenta, la iniciativa privada agrupada alrededor del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), se puso del lado correcto de la historia. ¿Cómo olvidar el martirio del dirigente empresarial Jorge Salazar, asesinado por el FSLN el 17 de noviembre de 1980?

La abrumadora mayoría del sector privado Nicaragüense es contrario al FSLN y ha sido víctima de políticas populistas que en Nicaragua han creado desincentivos para la innovación, el emprendimiento y la generación de empleos de calidad. El sector privado de mi país, conoce bien la perversidad del socialismo y ha sufrido robos y expropiaciones en su historia reciente. En ese sentido, las organizaciones agrupadas bajo la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) creemos en la importancia fundamental de la libertad de empresa para la reducción de la pobreza a través de la generación de empleos. Creemos en la importancia de la libertad económica, de la mano de la responsabilidad social. Paradójicamente, el modelo corporativista que implantó el FSLN en alianza con algunos grupos económicos clientelistas, es precisamente contrario a los principios de la libre empresa. Entre los sectores más afectados por ese modelo están los empresarios pequeños y medianos que no tienen acceso al poder político de turno, lo que de forma directa afecta a toda la población al restarle competitividad a la economía.

A las organizaciones de sociedad civil que incesantemente denunciamos la perversidad de ese modelo, se nos acusó de aguafiestas del crecimiento económico y hasta de conflictivos. Muchos no nos quisieron escuchar porque estaban demasiado ocupados haciendo jugosos negocios con la Venezuela Chavista. Otros simplemente nos acusaron de alarmistas.

Debo decir con claridad que el sector privado nicaragüense organizado en diversas cámaras y asociaciones empresariales, hoy está nuevamente del lado correcto de la historia. Los grupos económicos que antes de Abril de 2018 eran parte del modelo de “Diálogo y Consenso” al fin han roto su Pacto con el régimen de Daniel Ortega. Esa ruptura pudo lograrse mucho si hubiese existido una actitud más abierta para escuchar las voces de alerta de las organizaciones defensoras de derechos humanos. He aquí otra lección aprendida: El fortalecimiento de la democracia requiere de un diálogo más franco y más fluido entre sociedad civil organizada—particularmente el sector de derechos humanos, transparencia y anti-corrupción—y líderes empresariales. Ese diálogo se beneficiaría mucho de una actitud abierta de ambos lados, sin prejuicios y sin arrogancias.

Diálogo entre sectores para una sociedad libre y abierta

Ustedes, como ciudadanos y ciudadanas de este hermoso país, también conocen en carne propia los nefastos efectos que a lo largo de la historia han tenido aquellas formas de hacer política que están basadas en la idea errada de que un grupo o sector es dueño absoluto de la verdad. Esa noción de superioridad política, basada ya sea en la hegemonía económica o ideológica de grupos que desean imponerse sobre otras expresiones de la sociedad, ha degenerado en contextos de polarización, ausencia de proyectos de nación sostenibles y Estados invertebrados incapaces de ofrecer las oportunidades para que las personas alcancen su máximo potencial humano.

La sociedades cerradas que actúan sobre la base de clanes, de tribus o de islas, donde un sector cree tener el monopolio de la “visión de nación”, difícilmente pueden articular un proyecto de país que sea libre e incluyente. El diálogo sincero entre sectores es una base vital de las sociedades libres y abiertas, donde no hay lugar para los extremismos. 

Si repasamos la historia de Centroamérica nos daremos cuenta que ningún extremo ideológico (izquierdas o derechas) ha sido positivo para las mayorías de ciudadanos de nuestros países. Con el permiso de ustedes quiero insistir en ese punto. En Nicaragua, hemos tenido dictaduras de izquierda y de derecha. Ninguna ha sido mejor que la otra y cada una ha dejado un legado de sangre, de heridas abiertas y libertades violadas. Por esa razón, las nuevas generaciones de jóvenes, de estudiantes y de movimientos sociales que lideraron el levantamiento cívico de Abril de 2018, insisten con convicción en la urgencia de construir una ruta distinta a los caminos del pasado.

Patria Libre y Vivir: La Resistencia Cívica No-Violenta

Otro de los cambios generacionales fundamentales ha sido la renuncia mayoritaria a la idea de la violencia armada, tan frecuente en la historia de Nicaragua. La diferencia generacional no podría ser más obvia:

En 1979, hombres y mujeres jóvenes del país derrocaron una dictadura alzándose en armas, levantando la bandera política del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) bajo el grito de guerra ¡Patria Libre o Morir!.
En Abril de 2018, los jóvenes universitarios que salieron masivamente a las calles, lo hicieron sin armas, levantando nuestra bandera nacional Azul y Blanco y gritando “Patria Libre y Vivir”.

Quienes hemos participado activamente en el proceso de rebelión cívica en Nicaragua, apostamos por una transición democrática basada en los principios de la no-violencia y desobediencia civil. Ese esfuerzo no es fácil en un país que ha estado dominado por el lenguaje político de la violencia. En ese sentido, entendimos que la lucha no-violenta no es una lucha sin armas, sino que se usan otro tipo de instrumentos que no son armas de fuego:

La protesta ciudadana en sus diversas formas de manifestación cívica ha sido la manera más eficaz de debilitar al régimen de la familia Ortega.
Nos hemos acuerpado del uso de las redes sociales como nuevos medios de organización ciudadana y de comunicación. De ahí que la extrema censura mediática del régimen de Daniel Ortega que le ha llevado a cerrar varios medios de comunicación y a asesinar y encarcelar periodistas, no le ha funcionado.
La ciudadanía desarrolló diversas formas de escudos improvisados para protegerse de las violentas arremetidas armadas de los paramilitares y policías del régimen.
También comprendimos que el modelo de partidos políticos tradicionales está agotado en Nicaragua. En ese sentido, en medio de grandes dificultades, se ha logrado constituir la Unidad Nacional Azul y Blanco, que es la más amplia concertación de diversas expresiones ciudadanas hasta la fecha.
Otro instrumento cívico fundamental ha sido la desobediencia civil, desde los paros nacionales hasta otras formas de no colaboración, como boicots a empresas vinculadas al régimen de los Ortega, y paros de consumo.
Otro de los frentes esenciales de lucha ha sido la incidencia internacional a través de  los mecanismos del derecho internacional, con el objetivo es generar la máxima presión al régimen de Daniel Ortega y así lograr una ruta de transición hacia la democracia.

Incidencia internacional: Otro frente de la lucha cívica

Sobre este tema de la incidencia internacional, quisiera insistir en que la presión internacional por sí sola no es ninguna bala de plata contra las dictaduras. Sin embargo, también creo que no es posible lograr la transición que anhelamos sin una colaboración y respaldo activo de la comunidad internacional. A su vez, la efectividad de la resistencia cívica no-violenta y los procesos de desobediencia civil sólo pueden ser verdaderamente efectivos en el largo plazo, si alcanzan un buen nivel de visibilidad internacional. Las dictaduras entienden muy bien eso y por eso dedican muchas energías a estar fuera del radar internacional. Ese fue el caso de régimen de Daniel Ortega, que por más de una década se benefició de cometer sus crímenes sin que la comunidad internacional prestara atención. Como parte de su guión, las dictaduras también dedican grandes recursos a imponer un cerco mediático que controla las noticias y que apunta a imponer su propio relato de los hechos. Es decir, a través de sus agentes diplomáticos pretenden construir una realidad paralela bajo la lógica gobeliana que “una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad”.

Precisamente por ello, el primer paso en los esfuerzos de incidencia internacional, ha sido el de lograr que las más diversas expresiones de la comunidad internacional—organismos multilaterales, organizaciones internacionales de derechos humanos, países del hemisferio occidental y de otras partes del planeta—comprendan lo que en verdad está pasando en Nicaragua. La prioridad fue dar a conocer la salvaje y criminal respuesta del régimen de Daniel Ortega ante las protestas de Abril. Luego de muchos meses, en Nicaragua nada está normal y la represión ciudadana continúa.

Al inicio de la crisis de Abril, observamos con seria preocupación que la comunidad internacional no comprendía lo que sucedía en Nicaragua y cuál era la apuesta de la ciudadanía que salió a las calles. El relato oficial del régimen era y sigue siendo el de un “intento de golpe de Estado”. Con total descaro, el régimen niega los crímenes de Estado y más bien optó por despojar a nueve organizaciones de derechos humanos, de su personería jurídica. Con cinismo el régimen nos ha acusado de haber financiado una sublevación violenta contra el gobierno. Hasta ahora no han podido mostrar una sola prueba creíble de semejante calumnia. Por el contrario, todos los informes internacionales más rigurosos, como son el reporte del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) y los informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, concluyeron que en Nicaragua no hubo tal “intento de golpe de Estado” y que más bien hubo crímenes de lesa humanidad. Los comunicados de la oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, también se han sumado a los señalamientos contra el régimen de Ortega.

Ortega pasó de la impunidad total a estar en el centro de atención del sistema Interamericano, del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y del sistema Europeo. Antes de Abril de 2018, los abusos del régimen de Daniel Ortega eran invisibles ante la comunidad internacional. Peor aún, Ortega lograba manipular con éxito los sentimientos nostálgicos hacia la Revolución Sandinista que aún están presente en muchos diplomáticos occidentales. Con excepción de la izquierda jurásica, cada vez más reducida, ni siquiera los grupos más progresistas apoyan al FSLN que en Enero de este año incluso fue expulsado de la Internacional Socialista.

Otra de las lecciones aprendidas de esta lucha cívica, ha sido el valioso papel de la comunidad de nicaragüenses en el exterior. Miles de Nicaragüenses alrededor del mundo también se auto-convocaron para ayudar a dar una respuesta humanitaria a la crisis de Nicaragua. A la vez, esa misma comunidad de compatriotas en diversos países del mundo son los que han servido como diplomáticos del movimiento Azul y Blanco para contar las verdaderas historias humanas sobre la represión en Nicaragua. Los extraordinarios avances en incidencia internacional han sido gracias a la diáspora de Nicaragüenses presentes en más de cincuenta países del mundo.

Indignación acumulada: base fundamental del movimiento auto-convocado

Parte de la narrativa oficialista es hacer ver al movimiento auto-convocado como una creación de la oposición política “de derecha” o como una oposición contra el FSLN. Sin embargo, la apuesta de la ciudadanía por la insurrección cívica de abril, fue la de pedir pacíficamente por un cambio de sistema político que diera por terminada la dictadura de Daniel Ortega y abriera una ruta hacia la democratización de Nicaragua. En su esencia, el movimiento auto-convocado o Azul y Blanco, es un movimiento por el pleno respeto a los Derecho Humanos.

La apuesta de cambio sistémico de los auto-convocados, nunca se ha limitado a pedir un cambio de partidos en el poder. Es más bien el resultado de una Indignación Acumulada de una década de abusos, injusticias y libertades cercenadas por el régimen y sus aliados. En ese sentido, abril es el punto de erupción de una proceso que llevaba varios años en ebullición, y que alvanza su culminación cuando los sectores urbanos que, con algunas excepciones, venían siendo indolentes a más de una década de graves abusos  a los derechos humanos contra comunidades rurales en Nicaragua.

A manera de doloroso ejemplo, recordamos que antes de abril de 2018, en las zonas recónditas de Nicaragua, el Estado ejecutó al menos 17 asesinatos extrajudiciales a personas que estaban vinculadas a la Resistencia Nicaragüense.

La paz sin libertad, es la paz de los sepulcros.

Una lección aprendida de la odisea Nicaragüense, es que la aparente estabilidad que muchos regímenes autoritarios dicen asegurar, es una sólo ilusión cuando hay ausencia de libertades. Tarde o temprano, esa ilusión se rompe como un espejo cuyos fragmentos se dispersan con violencia, hiriendo a los inocentes. La paz sin libertad, es la paz de los sepulcros.

Fue así que en Abril de 2018, el régimen de Daniel Ortega, que pocos meses antes era adulado como “el milagro económico de Centroamérica” gracias a la sólida alianza del gobierno con los principales grupos económicos de mi país a la antes me refería, se transformó en un monstruo que atacó las protestas ciudadanas, con la más severa violencia contra la población civil registrada en la historia de Nicaragua, en tiempos de paz.

Ninguna conferencia académica podría jamás describir con precisión el terror de ver a francotiradores de la policía nacional disparando contra civiles desarmados quienes, en el peor de los casos, se trataban de defender de con “huleras” y piedras, ante un ejército de uniformados y paramilitares que en menos de 90 días asesinaron a más de 350 civiles. Estimamos que, al día de hoy, el número de asesinados puede ser de 500 personas.

Ese fue el caso del niño Álvaro Conrado, que recibió un tiro en cuello mientras le llevaba agua a los estudiantes que protestaban en Managua el 20 de abril. Mientras gritaba “me duele respirar” sus compañeros trataban de salvarle la vida pero el régimen de Ortega ya había ordenado que los heridos de las protestas no fueran atendidos en los hospitales públicos. Franco Valdivia—otro estudiante universitario, cantante y padre de una niña—fue asesinado con un tiro de alta precisión en su ojo. En una de las canciones de Franco, nos dice “quiero que la muerte me regrese lo que la vida me ha quitado...”

Y es que a los Nicaragüenses, desde que Daniel Ortega llegó al poder, se nos quitó el derecho a elecciones libres, y a pesar de los esfuerzos por sonar la alarma, el mundo calló. El régimen de Ortega realizó decenas de asesinatos extrajudiciales contra campesinos en las montañas de Nicaragua desde el año 2007 y más bien se anunciaba que Nicaragua era el país más seguro se Centroamérica. Se ilegalizaron partidos políticos de oposición e incluso, en febrero de 2016, se expulsó del país a la misión de PNUD en Nicaragua, y el mundo seguía callado.

Las voces de pueblos indígenas y de campesinos que hace años le piden al mundo auxilio ante la pérdida de sus derechos de propiedad por la expansión de la minería a cielo abierto, por la depredación de las reservas naturales o por proyectos como el supuesto Canal Interoceánico que un grupo de China desea construir, todas esas voces, antes de abril, estaban todavía muy lejanas para muchos.

La esperanza de Abril en medio de la represión

En Abril todo cambió, pero es trágico que tuvieron que morir cientos de jóvenes como Franco y Alvaro, para poder captar la atención del mundo. Por ello, hoy vengo ante ustedes, con un gran peso en mi corazón por el respeto sagrado a esa sangre derramada, con el ánimo de que el martirio del pueblo nicaragüense sea una alarma para toda Centroamérica. ¿Cómo es posible que Nicaragua, el supuesto “milagro económico de Centroamérica”, adulado por su crecimiento económico y bajísimos índices de criminalidad, desembocara en la actual tragedia humana?

La respuesta no es sencilla pero, insisto, ningún proyecto de nación es sostenible si no está cimentado en la defensa de las libertades y en los derechos humanos. El canje de seguridad a cambio de libertades, es el equivalente a un pacto con el diablo.

Los mismos intereses corporativos de empresarios e inversionistas que celebraban el proteccionismo de Ortega hoy se suman al pánico de una economía en caída libre:

Nicaragua pasó de tener un crecimiento económico promedio de 4.5% anual a una situación actual de decrecimiento económico y recesión de menos 9% .
Más de 400 mil nicaragüenses han perdido su empleo.

Estas son otras de las lecciones aprendidas:

No es posible la paz duradera y sostenible, en ausencia de libertades.
La prosperidad incluyente requiere ir de la mano de la justicia.
Para sanar las heridas de los conflictos, es vital recuperar el derecho a la verdad, a la memoria, a la reparación, justicia y no repetición.
Todo proyecto de nación requiere de la amplia participación de todas las voces de la sociedad.
Y aunque, resulte repetitivo decirlo es necesario insistirlo: los extremos ideológicos son perjudiciales para las sociedades que aspiran a una transición democrática. En ese sentido, el centrismo político ofrece las mejores oportunidades para la construcción de una sociedad libre y abierta.

En medio de esas lecciones aprendidas, aún queda muchísimo por hacer. El régimen de Daniel Ortega, ha impuesto un estado policial en Nicaragua; bajo el actual sistema electoral no hay posibilidades de elecciones libres a menos de que se logre una profunda reforma electoral y una amplia y vinculante participación de organismos internacionales como la OEA y la Unión Europea, como observadores electorales.

En poco más de un año han salido de mi país, más de 100 mil nicaragüenses exiliados, la mayoría de ellos por persecución política. Además, han pasado por las cárceles más de dos mil presos políticos de los cuales aún están en condición de arresto arbitrario más de 120 personas.

Confieso que nadie está preparado emocionalmente para poder tomar el testimonio de muchos de los ciudadanos que han sido apresados y torturados por el régimen sin que esa experiencia nos marque de por vida. Tampoco es posible salir con el alma ilesa después de ver con nuestros propios ojos el cuerpo de jóvenes mutilados por la tortura, o ver tanta carne rota por balas disparadas por una tiranía. 

Es mi convicción de que es posible salir de la tiranía a través de la resistencia civil y la no violencia. Sin embargo, para que esa semilla sea un fruto de libertad, es urgente que sea irrigada con la presión ciudadana interna sumada a la acción internacional que impida que los crímenes de lesa humanidad queden en el olvido.

Así como no hay futuro sin memoria, no es posible cultivar la libertad sin la luz que sólo emana de la justicia.

--
Ciudad de Guatemala, 25 de Agosto de 2019

*Dedico esta exposición a las víctimas de la represión del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, con la esperanza de que la nación nicaragüense podrá tener derecho a la verdad, la memoria, la justicia y la no repetición.

Comentarios

Rafael Pérez ha dicho que…
"Pactos, Conformismo y Modelo Corporativista", la historia per se de Nicaragua de por vida. Somos una sociedad altamente conflictiva, guerrerista, y en donde nuestras emociones anteceden a un control de nuestras acciones, sumado al "yo que pierdismo ante las adversidades y necesidades de otros", y la suma ignorancia (académica, política, social e inclusiva, entre otras) del pueblo, que otros aprovechan en favor de los grandes intereses de "Grupos Corporativos", y que la mayoría de las veces conforman estas componendas políticas que llevan a "pactos". La frase "nadie está por nadie" es muy común en el sentir del nicaragüense, y lo experimenta desde el primer momento que pone un pie fuera del territorio nacional. Es más se visualiza actualmente en las divisiones internas propias que entre grupos y representantes de organizaciones autoconvocadas, lo exteriorizan a fin de buscar representatividad de sus mejores intereses, cero cohesión y caudillismo al mejor estilo filibustero.
La confianza inteligente, como una inversión de capital político que el ciudadano deposita en ciertas figuras con frecuencia resulta en grandes pérdidas y descontentos, ante estas figuras, y lo que generan es más ansiedad, desolación, frustración, y un panorama incierto. Como consecuencia de lo anterior migraciones masivas, y lo que conllevan éstas. Ante estas, siempre habrá que quiénes tienen recursos económicos holgados vivirán bien o muy bien, y otros estarán en la miseria y necesidad total, llegando al conformismo absoluto e indiferencia ante el acontecer político nacional, formando nuevas vidas lejos de la Patria amada.
Su ponencia, toca puntos medulares de nuestra sociedad en su conjunto. Su pensamiento es fresco, y renovador, ante la serie de estructuras vetustas de políticos pactista que no distan del kupia kumi modificado del nuevo S. XXI. Somos la generación de exiliados de los años 80, que encontramos en otras latitudes formas de pensamientos, educación y visualizaciones diferentes, que enriqueceran el acervo político, económico, cultural y social de la nueva Nicaragua que queremos conformar y construir, que sea inclusiva, equitativa, y permeé a todos/as los habitantes en cada rincón del territorio. Una generación no sumisa, ni servil, que cuestioné, denuncie, y vigile la administración de la cosa pública y sus administradores temporales.
Libro un cheque a su gestión, pero no en blanco y a libre discreción, si no con el compromiso de poder heredar a mis descendientes, una patria de la cual se sientan orgullosos de sus orígenes aunque no hayan nacido en ésta. Le recuerdo que el teclado, es una herramienta poderosa al igual que la pluma, y que sentarse a escribir también es un medio de alzar la voz, protestar, denunciar y señalar, y no necesariamente un medio de terrorismo social, como señalan algunos como nueva estratagema de desvirtuar sus acciones.

La Patria Vive, y la Lucha Sigue, Viva Nicaragua Libre sin Dictaduras, ni Tiranos!!!

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