¿Qué podemos aprender de las denuncias públicas de abuso sexual contra personajes famosos e influyentes?

El abuso sexual y acoso a mujeres, niñas y niños continúa siendo un problema de dimensiones epidémicas en Centroamérica. A pesar de pequeños pasos para romper el silencio, la sociedad sigue siendo mayoritariamente (es decir, con excepciones), cómplice de una patología social que es casi normalizada dentro de las familias, las empresas, las iglesias, la política, etc.

¿Cómo se puede cambiar esa cultura de abuso y complicidad? No tengo una respuesta precisa, pero sospecho que ayudaría mucho que abusadores en posiciones de poder empiecen a ser expuestos públicamente, como de hecho está pasando en otras sociedades que sí se han tomado en serio el abuso y el acoso como delitos que merecen ser abordados con toda la seriedad. Por ejemplo, recientemente ha surgido en EEUU una ola de denuncias contra tipos de una gran estatura pública como Harvey Weinstein—poderoso ícono de la producción en Hollywood—Bill Cosby, Roger Ailes, Bill O’Reilly e incluso (sin éxito), el mismísimo presidente Donald Trump.

Ciertamente el abuso sexual pasa en todos los estratos sociales y hasta en las "mejores familias" (entre comillas), pero la práctica común en las sociedades latinoamericanas ha sido el de callar las voces de las víctimas que, ante el temor de la re-victimización, casi siempre optaban por el silencio. La denuncia es sólo uno de los recursos entre otras medidas de las cuales se debe hacer uso. Pero no basta con que esas denuncias públicas se limiten a casos de bajo perfil, creando la falsa ilusión de que el abuso no es cometido por personajes “notables”, “poderosos”, e “influyentes”. Paradójicamente aquellos con altas cuotas de poder tienen mayores incentivos a usar ese poder como mecanismo de abuso, pero también como mecanismo de intimidación y encubrimiento.

Necesitamos que se hable del abuso, que se exponga y se sancione y no únicamente como casos que sólo suceden (supuestamente) en comunidades pobres y lejanas, sino en todos los ámbitos de la sociedad. La cultura de la complicidad debe erradicarse, porque es el factor que más complica la prevención de los abusos que a diario ocurren a puertas cerradas, aún entre las “mejores familias".

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