El Hiper-presidencialismo en Nicaragua: Un sultanato chapioyo
Uno de los problemas profundos de la administración pública nicaragüense y que a su vez es un obstáculo para la democracia, es el híper-presidencialismo. En Nicaragua, la figura presidencial tiene excesivos poderes y pocos contrapesos institucionales. Ortega se aprovechó de esa debilidad constitucional, logrando convertir a la presidencia en una especie de "sultanato" chapioyo.
Vayamos tomando nota: En la nueva Nicaragua que vamos a edificar cuando saquemos a los carniceros del Carmen, deberemos tener un Poder Ejecutivo con más controles y contrapesos. Eso requiere de más indepedencia de los poderes del Estado, más vigilancia ciudadana, poderes locales más descentralizados y más robustos, suscripción popular, más control del gasto público, entre otras reformas.
Hasta hoy, la figura presidencial ha sido caudillista, perversa y demasiado discrecional. Al caudillismo hay que cerrarle las puertas por todos los medios posibles.
Ortega será el último dictador de nuestra historia. Pero también debe ser el último de los caudillos.
Vayamos tomando nota: En la nueva Nicaragua que vamos a edificar cuando saquemos a los carniceros del Carmen, deberemos tener un Poder Ejecutivo con más controles y contrapesos. Eso requiere de más indepedencia de los poderes del Estado, más vigilancia ciudadana, poderes locales más descentralizados y más robustos, suscripción popular, más control del gasto público, entre otras reformas.
Hasta hoy, la figura presidencial ha sido caudillista, perversa y demasiado discrecional. Al caudillismo hay que cerrarle las puertas por todos los medios posibles.
Ortega será el último dictador de nuestra historia. Pero también debe ser el último de los caudillos.
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