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Mostrando entradas de julio, 2019

El reclamo de los exiliados: paro nacional y más representatividad

El día Domingo 28 de julio, la organización Hagamos Democracia (en su calidad de integrante de la Unidad Nacional Azul y Blanco, UNAB), organizó un conversatorio con personas exiliadas en Costa Rica y miembros de la Alianza Cívica y de la Unidad Nacional. Fui invitado al panel, compuesto por varios otros invitados, entre los que estábamos Violeta Granera, Edwin Carchache, Juan Sebastián Chamorro, Medardo Mairena, Mónica López, Ana Quiroz, Max Jerez, José Pallais, Mario Arana y Luciano García. A continuación expongo resumidamente la evolución de esa actividad, que fue bastante complicada. Al inicio de la reunión—cuando ya estaban las personas invitadas, en sus asientos—ingresó otro grupo de exiliados sumamente molestos porque no habían sido invitados a esa actividad. Exigieron estar presentes, al tiempo que gritaban no sentirse representados por la Alianza Cívica. El Sr. Luciano García, Presidente de Hagamos Democracia, tratando de conciliar, les explicó que se disculpaba con ellos

FSLN: una organización criminal

Todo 19 de julio debe servir para reflexionar sobre la naturaleza autoritaria, violenta y hasta criminal del FSLN. Una buena parte de la sociedad nicaragüense ha cometido el error de creer que esa organización—que nació de un proyecto político-militar—podía evolucionar a convertirse en un partido que respete las reglas de la democracia. ¡Falso! Si existía algo del FSLN como partido político fue desmontado por la dupla Ortega-Murillo para convertirlo en una organización criminal, clientelista y armada al servicio de una dictadura familiar. Ahí no hay ni siquiera ideología. Por lo anterior, se debe considerar con seriedad la posibilidad de que el FSLN sea declarado formalmente ante las entidades relevantes a nivel nacional e internacional, como una organización violadora de derechos humanos y perpetradora de crímenes de lesa humanidad. Para ser partido, una organización política debe comprometerse a respetar la Declaración Universal de Derechos Humanos y actuar bajo principios de No-V

19 de julio: Nada qué celebrar

Desde que tengo uso de razón, recuerdo la revolución sandinista como un episodio de la historia que trajo más violencia a Nicaragua. A pesar de que mi familia nunca simpatizó con los Somoza y más bien fueron opositores a ese régimen, la Revolución en mi niñez significó guerra civil, confiscaciones, exilio, y separación de la familia. Una de las memorias más fuertes y dolorosas de mi niñez, fue mi exilio forzado. Además, recuerdo la angustia de mi madre—una pequeña comerciant e—siendo permanentemente acosada por los agentes del tenebroso MICOIN; el Ministerio de Comercio Interior, al punto de llegar a expropiarle la mercadería de su negocio. Recuerdo también a mi madre como miembro de la comunidad de Catecúmenos, enojada e indignada por los constantes acosos del FSLN a la Iglesia Católica. Con los años, hice un esfuerzo por tratar de evaluar esa Revolución de una forma objetiva. Traté de entender lo bueno que mucha gente encontró en esa Revolución y llegué a entender que para una m