"No es el odio el que nos hará salir de la dictadura"
Un
amigo originario de Matagalpa, residente desde hace décadas en Estados Unidos,
me ha enviado un mensaje en donde me acusa de filósofo y de “nunca jamás haber
condenado a los sandinistas”. ¿Será cierto lo que él dice? Aprovecho el mensaje
de ese amigo, para exponer mis ideas sobre el tema del respeto y la tolerancia
en la política, especialmente en Nicaragua.
Amigo:
Con frecuencia recibo ofensas de odio y hasta amenazas de muerte de personas que no entienden mi inquebrantable compromiso con una democracia en donde podamos alcanzar todas las personas nicaragüenses; sin distingo de credos o ideologías. Lo de ser señalado de filósofo, es lo de menos. Pero leer tus palabras (que vienen de alguien a quien tengo en estima), sí es incómodo. No espero que estemos de acuerdo en todo (por ejemplo, en tu apoyo a ultranza al Presidente Donald Trump y a sus políticas), pero sí espero que al final de esta larga carta podamos encontrar coincidencias. He decidido responderte con un nivel de detalle que no acostumbro, pero tus señalamientos me dan la oportunidad de exponer mejor el porqué mi insistencia en el lenguaje respetuoso como parte de todo proceso de cambio.
Me haces dos acusaciones. Decís: 1) Nunca jamás han condenado a los sandinistas y 2) “Has danzado con todas las damas del salón”.
Hablemos sobre la veracidad de tu primer señalamiento:
Como supongo has podido leer aquí mismo en Facebook, hay muchos Sandinistas que usualmente me acusan de ser “agente de los gringos”. Por otro lado, hay gente que se quedó atrapada en la guerra fría y me acusa de izquierdista, como si los temas de justicia social son exclusivos de la izquierda. La verdad es que nunca hago nada esperando agradarle a las mayorías, pues a mis 41 años he podido entender que ninguna persona simplemente por tener una ideología o creencia religiosa específica tiene el monopolio absoluto de la sabiduría. Se trata de actuar convencidos de que no somos dueños de la verdad, pero a la vez con la integridad de defender nuestros principios. Sucede que para mí, el principio de la dignidad de todas las personas es el de mayor importancia. Ese es un principio más importante que mis creencias o que mi propia interpretación de la historia.
De ahí que la tolerancia es esencial, pues sólo en un entorno de respeto a las libertades individuales es donde podremos salvaguardar la dignidad de las personas y salir de la pobreza material y espiritual que por siglos nos ha dominado. Sostengo que nuestro fracaso como sociedad es el resultado de grupos que han querido imponer sobre otros, sus intereses, sus creencias y sus ambiciones. Somos una nación que aún no ha logrado definir consensos sobre qué es el bien común. ¡A eso me refiero! ¡No es filosofía!
Ser tolerante no quiere decir dejar de tener “valor” de señalar el mal. De hecho, la supuesta “valentía” de señalar con el dedo, juzgar y acusar a los demás, es el más fácil de los arrojos. Coraje es más bien vivir una vida consagrada a la construcción de sociedades justas aún medio de la adversidad y en medio de muchas personas que incluso nos incomoden. Trabajar por el bien común usando el testimonio de vida como ejemplo más que las palabras. ¡Ese es el reto, mi estimado amigo! Ya lo dijo Jesús: “43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen...46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?” (Lc. 6.27-36)
Dicho de otra forma, ¿De qué me sirve predicarle sólo a los que piensan como nosotros?¿Qué mérito hay en sólo defender los derechos que me convienen pero no los derechos de mi prójimo?
La valentía, pues, no es gritarles, como sugerís, “ladrones y asesinos” a los Sandinistas desde la tarima de las redes sociales o a 4000 kilómetros de distancia. Procuramos más bien convencer a quienes podamos, de que en Nicaragua alcanzamos todos. Que es posible convivir en un país donde no tengamos que ir a la guerra otra vez por nuestras diferencias. Se trata de que, en vez de que más nicaragüenses sigan emigrando a otros países, como lo tuviste que hacer vos, sientan que en esta tierra es posible alcanzar su potencial sin tener que guardar silencio por sus ideas. Nada de eso tenemos hoy.
Me resulta interesante que me digas que “nunca he condenado a los Sandinistas”. Es curioso porque si me conocieras mejor sabrías que más bien he venido moldeando mi anterior agresividad verbal que era resultado de fuertes resentimientos hacia la Revolución Sandinista. ¿Sabes vos lo que es ser un “mojado” que llega de niño indocumentado a EEUU, sin su familia, escapando de un país en guerra civil? Yo viví eso, llegar a un país extraño como refugiado, a los 12 años de edad aunque pude regresar a Nicaragua luego de 1990. También presencié como uniformados del temido MICOIN expropiaron los bienes de mi mamá en Jinotega; como el Servicio Militar reclutó por la fuerza a muchos de mis primos y amigos de infancia, algunos de los cuales no lograron sobrevivir la guerra; se lo que es vivir con “foster parents” en EEUU, etc. Mi historia no es nada extraordinaria. De hecho es bien común, miles de jóvenes nicaragüenses vivieron cosas aún peores.
Esos sentimientos de odio hacia la Revolución que yo sentía, hicieron que durante gran parte de mi juventud, mi acción política hacia los Sandinistas fuera de cierto “fanatismo”. Abundan artículos, discursos y recuerdos de la persona impetuosa que fui en mi condena frontal contra el FSLN. Al madurar espiritualmente (proceso que sigue incompleto y es una tarea diaria...) poco a poco he sanado ese odio que me hacía gritarle en la cara con indignación a cualquier dirigente del FSLN aún peores palabras que las que vos has señalado. [Mis amigos de la universidad en San Marcos, Carazo, podrán recordar mis intervenciones públicas en las visitas al campus que hicieron gente como Sergio Ramírez, Bayardo Arce, Humberto Ortega, Joaquín Cuadra, etc. y las cosas que le dije en sus caras en tiempos en que no había redes sociales]. Como dirigente universitario fui igualmente agresivo en mis discursos y años más tarde, durante mi servicio público, en más de una ocasión tuve que escapar de las balas por mis ideas. ¿Me siento orgulloso de eso? Digamos que hoy lo veo como el ímpetu de mi juventud rebelde. Hoy mi misión como un ciudadano privado no es simplemente “condenar”, como decís vos, es algo mucho más difícil: se trata de aportar a una nueva cultura política legítimamente democrática y justa. Al no ser ni político, ni funcionario público, ni dirigente, sólo me queda dar mi grano de arena desde cada acción cotidiana que realizo. Me corresponde la ardua tarea de cultivar democracia en mi hogar, en mi matrimonio, en mi trabajo...
¡Y claro que muchas veces me dan ganas de volverle a tirar huevos en la cabeza a algunos individuos! Luego pienso en la gente que en Nicaragua no tiene ni para comprar una cajilla de huevos, así que mejor me armo de las palabras como municiones.
El actuar con tolerancia, aún en el uso del lenguaje, es una tarea a veces incomprendida porque los gritos y las condenas son actos visibles y llenos de emociones que dan un espectáculo visible como los que hacían Enrique Quiñonez en su programa “Fuego Cruzado” y Wilfredo Navarro. Hay gente a la que le encanta ver ese espectáculo. Me decía otro amigo que vive en el exterior: “Me encanta leer los post de fulanito, porque le dice barbaridades a tales personas...” Los políticos bocones de acá saben que hay un público, como en los tiempos de Nerón, que les encanta el circo de los insultos mediáticos. Las redes sociales sirven ese propósito de rebajar la política al espectáculo simplista y hasta a las malas palabras e insultos como forma de comunicación.
¿Se acuerdan de Byron Jerez? Ese método del político bocón no es nuevo. Recuerdo también a Arnoldo Alemán insultando a Daniel Ortega por la TV. Así ganó un espacio en la política y hasta yo mismo fui uno de los que votó por él. Poco después vimos al Dr. Alemán acordando un pacto con Ortega. También hay ejemplos de Daniel, condenando públicamente el capitalismo y luego convirtiendo a la familia Ortega-Murillo en el pináculo del capitalismo entre amigos en Nicaragua. Hoy más bien sospecho de los que quieren hacer política con sus discursos de condena, de insulto. De esos “valientes” (entre comillas) están hechos los partidos zancudos.
Dicho lo anterior, claro que hay dentro del FSLN muchos asesinos y ladrones. Todos los conocemos. Son públicos sus nombres y todos aquí sabemos quienes tienen las manos manchadas de sangre. Sobre eso ya he escrito antes y fácilmente podrás buscar en google numerosos ejemplos de mis posicionamientos. En los últimos años más bien me he enfocado en hacer una denuncia basada en evidencia y respaldada por trabajos más técnicos de lucha contra la corrupción; aspectos de derechos humanos y de políticas públicas de las que nadie quiere hablar. La nueva batalla es el campo de las ideas. Es urgente lograr que cada persona entienda que la democracia no es una teoría y que no tenemos que vivir en dictadura para tener crecimiento económico o para superar los retos sociales del país. El populismo, de izquierda o de derecha, es una receta peligrosa que sólo funciona cuando se usa el miedo y el odio como forma de movilización ciudadana.
También conozco que gente que se apartó del FSLN y con quienes puedo tener diferencias de opiniones, pero son nicaragüenses que comparten mis mismos sueños de un país en legítima democracia. Tengo claro que de esta dictadura sólo podremos salir sin logramos unir vigores dispersos entre los que amamos a Nicaragua aún en medio de nuestra diversidad. La salida no está en el MRS, ni en los liberales, ni conservadores, cristianos o católicos, Pacífico o Caribe, etc. La salida está en poder lograr consensos básicos sobre un modelo de democracia republicana que sea moderna y logre despegarse del atraso que nos llevado a estar entre los países más pobres del hemisferio. La salida no es el odio; está en la idea ligada a la acción.
La salida tampoco está en los fantasmas del pasado. En un país donde hay un pasado con tantos culpables, ninguna ideología se escaparía al juicio de la historia. En ese sentido, tampoco se nos puede olvidar que la Guardia de Somoza mató y torturó a civiles inocentes también (entre ellos a mi papá, que sufrió encarcelamiento en los 70 siendo un estudiante y ciudadano civil). Conozco en carne propia la expropiación y el exilio y más recientemente se lo que es terminar en un hospital por una golpiza de la policía durante las marchas que organizamos en el Movimiento por Nicaragua (al cual he pertenecido orgullosamente por 14 años). ¿Pero de qué me sirve construir un proyecto de vida basado en el odio y la condena? Al menos aquí en Nicaragua eso no ha funcionado.
Sobre tu segunda acusación de que “he danzado con todas las damas del salón”, eso es bien fácil de responder, porque es sencillamente falso. Hubiera querido bailar en mis años de soltería con varias damas en el salón pero desde chavalo tuve poco tiempo para el baile. En mis años de estudiante de secundaria ingresé al Partido Liberal (PLC) del cual me retiré hace 18 años cuando el Dr. Alemán formalizó un pacto con Daniel. Serví en el gobierno de don Enrique Bolaños, en un cargo técnico como Secretario General del Ministerio de Defensa. Nunca más volví a registrarme en un partido político (pero no pierdo la esperanza de encontrar, algún día, un partido al que pueda apoyar). Luego de mi salida del PLC empecé mi activismo contra el pacto Ortega-Alemán, dando mi tiempo voluntario como parte del Movimiento por Nicaragua. Es desde la sociedad civil, aquí en Nicaragua, al lado de la gente, a pesar de insultos, críticas y amenazas a mí y a mi familia, donde he descubierto que la esencia de la valentía no son las palabras, son los hechos. Así que notarás que no he tenido demasiado tiempo para bailar.
Si acaso lograste llegar hasta aquí en la lectura de esta larga respuesta, aprovecho para invitarte a un café en tu natal Matagalpa, la próxima vez que estés en Nicaragua.
Con frecuencia recibo ofensas de odio y hasta amenazas de muerte de personas que no entienden mi inquebrantable compromiso con una democracia en donde podamos alcanzar todas las personas nicaragüenses; sin distingo de credos o ideologías. Lo de ser señalado de filósofo, es lo de menos. Pero leer tus palabras (que vienen de alguien a quien tengo en estima), sí es incómodo. No espero que estemos de acuerdo en todo (por ejemplo, en tu apoyo a ultranza al Presidente Donald Trump y a sus políticas), pero sí espero que al final de esta larga carta podamos encontrar coincidencias. He decidido responderte con un nivel de detalle que no acostumbro, pero tus señalamientos me dan la oportunidad de exponer mejor el porqué mi insistencia en el lenguaje respetuoso como parte de todo proceso de cambio.
Me haces dos acusaciones. Decís: 1) Nunca jamás han condenado a los sandinistas y 2) “Has danzado con todas las damas del salón”.
Hablemos sobre la veracidad de tu primer señalamiento:
Como supongo has podido leer aquí mismo en Facebook, hay muchos Sandinistas que usualmente me acusan de ser “agente de los gringos”. Por otro lado, hay gente que se quedó atrapada en la guerra fría y me acusa de izquierdista, como si los temas de justicia social son exclusivos de la izquierda. La verdad es que nunca hago nada esperando agradarle a las mayorías, pues a mis 41 años he podido entender que ninguna persona simplemente por tener una ideología o creencia religiosa específica tiene el monopolio absoluto de la sabiduría. Se trata de actuar convencidos de que no somos dueños de la verdad, pero a la vez con la integridad de defender nuestros principios. Sucede que para mí, el principio de la dignidad de todas las personas es el de mayor importancia. Ese es un principio más importante que mis creencias o que mi propia interpretación de la historia.
De ahí que la tolerancia es esencial, pues sólo en un entorno de respeto a las libertades individuales es donde podremos salvaguardar la dignidad de las personas y salir de la pobreza material y espiritual que por siglos nos ha dominado. Sostengo que nuestro fracaso como sociedad es el resultado de grupos que han querido imponer sobre otros, sus intereses, sus creencias y sus ambiciones. Somos una nación que aún no ha logrado definir consensos sobre qué es el bien común. ¡A eso me refiero! ¡No es filosofía!
Ser tolerante no quiere decir dejar de tener “valor” de señalar el mal. De hecho, la supuesta “valentía” de señalar con el dedo, juzgar y acusar a los demás, es el más fácil de los arrojos. Coraje es más bien vivir una vida consagrada a la construcción de sociedades justas aún medio de la adversidad y en medio de muchas personas que incluso nos incomoden. Trabajar por el bien común usando el testimonio de vida como ejemplo más que las palabras. ¡Ese es el reto, mi estimado amigo! Ya lo dijo Jesús: “43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen...46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?” (Lc. 6.27-36)
Dicho de otra forma, ¿De qué me sirve predicarle sólo a los que piensan como nosotros?¿Qué mérito hay en sólo defender los derechos que me convienen pero no los derechos de mi prójimo?
La valentía, pues, no es gritarles, como sugerís, “ladrones y asesinos” a los Sandinistas desde la tarima de las redes sociales o a 4000 kilómetros de distancia. Procuramos más bien convencer a quienes podamos, de que en Nicaragua alcanzamos todos. Que es posible convivir en un país donde no tengamos que ir a la guerra otra vez por nuestras diferencias. Se trata de que, en vez de que más nicaragüenses sigan emigrando a otros países, como lo tuviste que hacer vos, sientan que en esta tierra es posible alcanzar su potencial sin tener que guardar silencio por sus ideas. Nada de eso tenemos hoy.
Me resulta interesante que me digas que “nunca he condenado a los Sandinistas”. Es curioso porque si me conocieras mejor sabrías que más bien he venido moldeando mi anterior agresividad verbal que era resultado de fuertes resentimientos hacia la Revolución Sandinista. ¿Sabes vos lo que es ser un “mojado” que llega de niño indocumentado a EEUU, sin su familia, escapando de un país en guerra civil? Yo viví eso, llegar a un país extraño como refugiado, a los 12 años de edad aunque pude regresar a Nicaragua luego de 1990. También presencié como uniformados del temido MICOIN expropiaron los bienes de mi mamá en Jinotega; como el Servicio Militar reclutó por la fuerza a muchos de mis primos y amigos de infancia, algunos de los cuales no lograron sobrevivir la guerra; se lo que es vivir con “foster parents” en EEUU, etc. Mi historia no es nada extraordinaria. De hecho es bien común, miles de jóvenes nicaragüenses vivieron cosas aún peores.
Esos sentimientos de odio hacia la Revolución que yo sentía, hicieron que durante gran parte de mi juventud, mi acción política hacia los Sandinistas fuera de cierto “fanatismo”. Abundan artículos, discursos y recuerdos de la persona impetuosa que fui en mi condena frontal contra el FSLN. Al madurar espiritualmente (proceso que sigue incompleto y es una tarea diaria...) poco a poco he sanado ese odio que me hacía gritarle en la cara con indignación a cualquier dirigente del FSLN aún peores palabras que las que vos has señalado. [Mis amigos de la universidad en San Marcos, Carazo, podrán recordar mis intervenciones públicas en las visitas al campus que hicieron gente como Sergio Ramírez, Bayardo Arce, Humberto Ortega, Joaquín Cuadra, etc. y las cosas que le dije en sus caras en tiempos en que no había redes sociales]. Como dirigente universitario fui igualmente agresivo en mis discursos y años más tarde, durante mi servicio público, en más de una ocasión tuve que escapar de las balas por mis ideas. ¿Me siento orgulloso de eso? Digamos que hoy lo veo como el ímpetu de mi juventud rebelde. Hoy mi misión como un ciudadano privado no es simplemente “condenar”, como decís vos, es algo mucho más difícil: se trata de aportar a una nueva cultura política legítimamente democrática y justa. Al no ser ni político, ni funcionario público, ni dirigente, sólo me queda dar mi grano de arena desde cada acción cotidiana que realizo. Me corresponde la ardua tarea de cultivar democracia en mi hogar, en mi matrimonio, en mi trabajo...
¡Y claro que muchas veces me dan ganas de volverle a tirar huevos en la cabeza a algunos individuos! Luego pienso en la gente que en Nicaragua no tiene ni para comprar una cajilla de huevos, así que mejor me armo de las palabras como municiones.
El actuar con tolerancia, aún en el uso del lenguaje, es una tarea a veces incomprendida porque los gritos y las condenas son actos visibles y llenos de emociones que dan un espectáculo visible como los que hacían Enrique Quiñonez en su programa “Fuego Cruzado” y Wilfredo Navarro. Hay gente a la que le encanta ver ese espectáculo. Me decía otro amigo que vive en el exterior: “Me encanta leer los post de fulanito, porque le dice barbaridades a tales personas...” Los políticos bocones de acá saben que hay un público, como en los tiempos de Nerón, que les encanta el circo de los insultos mediáticos. Las redes sociales sirven ese propósito de rebajar la política al espectáculo simplista y hasta a las malas palabras e insultos como forma de comunicación.
¿Se acuerdan de Byron Jerez? Ese método del político bocón no es nuevo. Recuerdo también a Arnoldo Alemán insultando a Daniel Ortega por la TV. Así ganó un espacio en la política y hasta yo mismo fui uno de los que votó por él. Poco después vimos al Dr. Alemán acordando un pacto con Ortega. También hay ejemplos de Daniel, condenando públicamente el capitalismo y luego convirtiendo a la familia Ortega-Murillo en el pináculo del capitalismo entre amigos en Nicaragua. Hoy más bien sospecho de los que quieren hacer política con sus discursos de condena, de insulto. De esos “valientes” (entre comillas) están hechos los partidos zancudos.
Dicho lo anterior, claro que hay dentro del FSLN muchos asesinos y ladrones. Todos los conocemos. Son públicos sus nombres y todos aquí sabemos quienes tienen las manos manchadas de sangre. Sobre eso ya he escrito antes y fácilmente podrás buscar en google numerosos ejemplos de mis posicionamientos. En los últimos años más bien me he enfocado en hacer una denuncia basada en evidencia y respaldada por trabajos más técnicos de lucha contra la corrupción; aspectos de derechos humanos y de políticas públicas de las que nadie quiere hablar. La nueva batalla es el campo de las ideas. Es urgente lograr que cada persona entienda que la democracia no es una teoría y que no tenemos que vivir en dictadura para tener crecimiento económico o para superar los retos sociales del país. El populismo, de izquierda o de derecha, es una receta peligrosa que sólo funciona cuando se usa el miedo y el odio como forma de movilización ciudadana.
También conozco que gente que se apartó del FSLN y con quienes puedo tener diferencias de opiniones, pero son nicaragüenses que comparten mis mismos sueños de un país en legítima democracia. Tengo claro que de esta dictadura sólo podremos salir sin logramos unir vigores dispersos entre los que amamos a Nicaragua aún en medio de nuestra diversidad. La salida no está en el MRS, ni en los liberales, ni conservadores, cristianos o católicos, Pacífico o Caribe, etc. La salida está en poder lograr consensos básicos sobre un modelo de democracia republicana que sea moderna y logre despegarse del atraso que nos llevado a estar entre los países más pobres del hemisferio. La salida no es el odio; está en la idea ligada a la acción.
La salida tampoco está en los fantasmas del pasado. En un país donde hay un pasado con tantos culpables, ninguna ideología se escaparía al juicio de la historia. En ese sentido, tampoco se nos puede olvidar que la Guardia de Somoza mató y torturó a civiles inocentes también (entre ellos a mi papá, que sufrió encarcelamiento en los 70 siendo un estudiante y ciudadano civil). Conozco en carne propia la expropiación y el exilio y más recientemente se lo que es terminar en un hospital por una golpiza de la policía durante las marchas que organizamos en el Movimiento por Nicaragua (al cual he pertenecido orgullosamente por 14 años). ¿Pero de qué me sirve construir un proyecto de vida basado en el odio y la condena? Al menos aquí en Nicaragua eso no ha funcionado.
Sobre tu segunda acusación de que “he danzado con todas las damas del salón”, eso es bien fácil de responder, porque es sencillamente falso. Hubiera querido bailar en mis años de soltería con varias damas en el salón pero desde chavalo tuve poco tiempo para el baile. En mis años de estudiante de secundaria ingresé al Partido Liberal (PLC) del cual me retiré hace 18 años cuando el Dr. Alemán formalizó un pacto con Daniel. Serví en el gobierno de don Enrique Bolaños, en un cargo técnico como Secretario General del Ministerio de Defensa. Nunca más volví a registrarme en un partido político (pero no pierdo la esperanza de encontrar, algún día, un partido al que pueda apoyar). Luego de mi salida del PLC empecé mi activismo contra el pacto Ortega-Alemán, dando mi tiempo voluntario como parte del Movimiento por Nicaragua. Es desde la sociedad civil, aquí en Nicaragua, al lado de la gente, a pesar de insultos, críticas y amenazas a mí y a mi familia, donde he descubierto que la esencia de la valentía no son las palabras, son los hechos. Así que notarás que no he tenido demasiado tiempo para bailar.
Si acaso lograste llegar hasta aquí en la lectura de esta larga respuesta, aprovecho para invitarte a un café en tu natal Matagalpa, la próxima vez que estés en Nicaragua.
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