En memoria al maestro Gene Sharp: La No-Violencia es la única vía de largo plazo.
Me llegó una interesante pregunta de Josué Cox, un brillante
joven nicaragüense que ejerce la docencia en una universidad en la ciudad de
Bogotá, Colombia. A propósito de mi interés e insistencia en la no-violencia como estrategia de cambio
social, pregunta Josué (y cito):
“Las ideas de la no violencia alguna vez fueron mi pasión
durante años en la universidad, quizás el desgaste intelectual y la ausencia de
resultados tangibles; más el cansancio y no la pereza intelectual, me alejaron
de esta idea que al parecer no logra resultados tangibles en el contexto
actual, y de dar resultados, como muestra la historia, ha sido a veces por un
costo muy alto. ¿Cómo funcionaría la no violencia en contextos en los cuales ni
siquiera el diálogo es posible. Mal que bien, y desde sus contextos contrarios,
Gandhi y luego Martin Luther King, Jr., lograron ser escuchados mediante el
debate y la protesta, tenían metas claras y puntos que no eran negociables en
sus propuestas y que sin embargo fueron escuchadas. ¿Qué evidencias existen de
los resultados que puede dar la no violencia en un país como el nuestro?"
Aquí mi respuesta a las preguntas de Josué
Tus preguntas son demasiado complejas para respuestas cortas
o fáciles. Ninguna estrategia política es una panacea. Hay estrategias que
funcionan mejor en unos contextos sociales e históricos, mientras que otras
estrategias que pueden ser intelectualmente interesantes, fracasan abiertamente. La historia es un escenario de prueba y
error. Hay países que no aprenden y siguen cometiendo errores.
Bajo ese enfoque de las lecciones de la historia, en el caso de Nicaragua parece ser claro que la violencia no ha funcionado. Veamos sólo unos pocos ejemplos de los más de 80 episodios de violencia política documentados desde 1838: la Revolución Liberal de 1893 (que fue bien violenta) puso al General Jose S. Zelaya en el poder quien poco después se declaró
dictador; luego, la deposición militar de Zelaya trajo otra guerra y en menos de 20
años teníamos otra violenta dictadura. La Revolución de 1979 impuso un régimen violento y
así sucesivamente hasta llegar al contexto actual bajo el régimen de la familia Ortega-Murillo. En resumen, es claro que en Nicaragua la violencia sólo nos
ha llevado al eventual surgimiento de nuevos caudillos. Es un ciclo perverso
que se debe romper.
Por otro lado, ¿qué nos dice la ciencia política sobre la
efectividad de la no-violencia como estrategia de cambio político? Te doy un
ejemplo (de muchos otros): Un estudio académico de Erica Chenoweth y Maria J
Stephan analizó 323 casos de lucha “no violenta” desde 1900 hasta 2006 en
varias partes del mundo. Chenoweth y Stephan demuestran que la resistencia civil (no
violenta), en el largo plazo funciona mejor que la resistencia armada.
La no
violencia es capaz de movilizar a grandes sectores de la población contra un
régimen autoritario, de socavar el apoyo del régimen e incluso de asegurar
deserciones significativas dentro de la élite. El apoyo más amplio obtenido por
los movimientos no violentos generalmente aumenta los costos para los regímenes
de resistencia al cambio, y es mucho más probable que la represión contra los
movimientos no violentos sea contraproducente. Pero si tales movimientos no
alcanzan la amplitud suficiente, pueden no alcanzar sus objetivos.
El asunto no es tan sencillo. La
resistencia armada puede funcionar si tiene más éxito en la movilización del
apoyo popular. Autores como Statys Kalyvas también han estudiado los casos que justifican la "racionalidad" de las guerras civiles. Vemos pues que el "éxito" de las armas a menudo conlleva un costo adicional
después del cambio ya que los movimientos armados son mucho menos propensos que
los no violentos a conducir al establecimiento de un régimen democrático, como
ampliamente demuestra el caso Nicaragüense. Es así que el estudio de Chenoweth y Stephan que refería antes concluye que, al comparar
las campañas violentas y las no violentas en los mismos contextos nacionales,
la no violencia tiene más probabilidad de éxito (pero toma más tiempo). Muchos estudios similares parecen respaldar esas tesis.
En conclusión, es la
falta de paciencia la que lleva a los pueblos a creer que las armas pueden
resolver definitivamente las dictaduras. No es así. Las dictaduras, de hecho,
anhelan a que sus opositores se "radicalicen", porque de esa forma se
les hace más fácil justificar la represión. Por otro lado, cuando los
opositores logran ganar terreno en el campo de las ideas, de la comunicación
masiva, de las conciencias de las mayorías, es cuando empiezan a ver su final.
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