Mensaje a propósito de mi regreso a Nicaragua.
Ayer anuncié públicamente mi decisión de regresar a Nicaragua el día de hoy, 16 de septiembre en horas de la tarde. Ese anuncio es consecuente con la posición que mantuve desde el inicio de mi exilio forzado. Siempre dije que mi salida de Nicaragua sería temporal y con el único propósito de continuar mi lucha cívica y de derechos humanos, desde el frente internacional.
He hecho todo lo que ha estado a mi alcance para que el mundo sepa lo que está pasando en Nicaragua y para que la comunidad internacional ejerza presión para una transición pacífica hacia la democracia. Ha sido una labor ardua, y de equipo, junto a muchísimas personas. A todos ellos, mi gratitud.
Ahora siento que debo regresar a la trinchera de lucha cívica dentro de Nicaragua, como lo había venido haciendo por más de una década, antes de que el sistema judicial Sandinista iniciara una persecución política en mi contra. Es una decisión que he tomado acompañado de mucha oración y reflexión con mi familia, guiado por el convencimiento de que ninguna tiranía me puede robar el derecho de vivir y trabajar por la nación que amo. Nicaragua es mi Patria. Como ciudadano nicaragüense que soy, voy a hacer uso de mi derecho constitucional a entrar y salir de mi país cuando lo estime conveniente.
Comprendo que esa decisión implica muchos riesgos. Al igual que los nicaragüenses que no pueden ejercer sus plenas libertades, yo tampoco tengo ninguna garantía. Me siento en la obligación moral de insistir en que aún no existen condiciones para el retorno seguro de los exiliados. Mi regreso obedece estrictamente a una decisión personal basada en mi fe inquebrantable y confianza en que cuento con la protección de Dios.
Como algunos de ustedes recordarán, el año pasado—al igual que muchos otros nicaragüenses opositores de la dictadura—fui injustamente acusado de varios delitos, sin ninguna prueba ni fundamento. Esas acusaciones injuriosas provocaron una orden de captura emitida por el juez Quinto de Distrito Penal de Audiencias de Managua. Como resultado de esa orden de captura, el régimen ordenó el congelamiento de mis activos personales en el sistema financiero nacional. También se inició una feroz persecución política, allanamiento, robo de bienes y arbitraria cancelación de la personería jurídica del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEPP, un centro de investigación creado en el año 2003).
El mes de julio de este año, aduciendo la aprobación de una Ley de Amnistía, los jueces orteguistas archivaron cientos de causas penales, entre ellas la mía. Sin embargo, no es ninguna ley espuria de amnistía la que determina ni inocencia, sino mi conciencia, que siempre ha estado limpia. Regreso para sumarme a los esfuerzos de Unidad Nacional para la libertad de Nicaragua.
Voy a regresar con la frente en alto.
Dios bendiga a Nicaragua.
He hecho todo lo que ha estado a mi alcance para que el mundo sepa lo que está pasando en Nicaragua y para que la comunidad internacional ejerza presión para una transición pacífica hacia la democracia. Ha sido una labor ardua, y de equipo, junto a muchísimas personas. A todos ellos, mi gratitud.
Ahora siento que debo regresar a la trinchera de lucha cívica dentro de Nicaragua, como lo había venido haciendo por más de una década, antes de que el sistema judicial Sandinista iniciara una persecución política en mi contra. Es una decisión que he tomado acompañado de mucha oración y reflexión con mi familia, guiado por el convencimiento de que ninguna tiranía me puede robar el derecho de vivir y trabajar por la nación que amo. Nicaragua es mi Patria. Como ciudadano nicaragüense que soy, voy a hacer uso de mi derecho constitucional a entrar y salir de mi país cuando lo estime conveniente.
Comprendo que esa decisión implica muchos riesgos. Al igual que los nicaragüenses que no pueden ejercer sus plenas libertades, yo tampoco tengo ninguna garantía. Me siento en la obligación moral de insistir en que aún no existen condiciones para el retorno seguro de los exiliados. Mi regreso obedece estrictamente a una decisión personal basada en mi fe inquebrantable y confianza en que cuento con la protección de Dios.
Como algunos de ustedes recordarán, el año pasado—al igual que muchos otros nicaragüenses opositores de la dictadura—fui injustamente acusado de varios delitos, sin ninguna prueba ni fundamento. Esas acusaciones injuriosas provocaron una orden de captura emitida por el juez Quinto de Distrito Penal de Audiencias de Managua. Como resultado de esa orden de captura, el régimen ordenó el congelamiento de mis activos personales en el sistema financiero nacional. También se inició una feroz persecución política, allanamiento, robo de bienes y arbitraria cancelación de la personería jurídica del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEPP, un centro de investigación creado en el año 2003).
El mes de julio de este año, aduciendo la aprobación de una Ley de Amnistía, los jueces orteguistas archivaron cientos de causas penales, entre ellas la mía. Sin embargo, no es ninguna ley espuria de amnistía la que determina ni inocencia, sino mi conciencia, que siempre ha estado limpia. Regreso para sumarme a los esfuerzos de Unidad Nacional para la libertad de Nicaragua.
Voy a regresar con la frente en alto.
Dios bendiga a Nicaragua.
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